El State of the Sector Report 2025 presenta un panorama complejo del ecosistema de think tanks a nivel mundial. Basado en 333 respuestas de más de 100 países, el informe reconoce sus limitaciones, no pretende ser representativo de cada país o región, pero ofrece tendencias suficientemente consistentes como para provocar debates locales.
Descarga el Informe State of the Sector 2025 de On Think Tanks
Entre los principales hallazgos destacan:
- Expectativas de crecimiento divergentes: mientras en América Latina predomina el pesimismo (muchos think tanks no esperan crecer o incluso anticipan recortes) en regiones como África subsahariana o países autoritarios las expectativas son positivas. La explicación parece residir en la narrativa política: en algunos contextos autoritarios, el uso de evidencia se invoca como un recurso de legitimidad, lo que impulsa financiamiento público y privado.
- Impacto de la polarización: en todos los continentes, la polarización política y mediática ha dificultado la labor de los think tanks, especialmente en América Latina, donde su efecto es percibido como más negativo. Sin embargo, allí donde el uso de la evidencia goza de alta valoración pública, la polarización afecta menos la capacidad de operación.
- Impacto político diferenciado: los think tanks reportan mayores niveles de influencia en contextos de democracias o autocracias electorales, donde existe cierta institucionalidad y continuidad en las políticas, que en democracias liberales o regímenes cerrados.
- Desajustes temáticos: en América Latina la ciudadanía expresa mayor preocupación por crimen e inseguridad, mientras que los think tanks continúan concentrados en economía y políticas sociales clásicas. Esta brecha refleja problemas de alineación con la demanda pública.
- Fragilidad financiera: en las regiones de ingresos bajos y medios, los think tanks dependen casi exclusivamente de financiamiento por proyectos, con escaso financiamiento basal o programático. América Latina se ubica en una posición intermedia, aunque con notorias diferencias entre países (Brasil, Chile y México logran captar más recursos domésticos).
- Condiciones laborales y desigualdades: el salario de entrada es homogéneo a nivel mundial, mientras que las remuneraciones de investigadores senior y directores varían significativamente según el tamaño de la organización y el contexto. Esta situación complica la retención de talento en países donde la cooperación internacional paga más que los think tanks.
- Nuevas capacidades demandadas: además de comunicación política (más sofisticada que la comunicación tradicional) emerge con fuerza la necesidad de fortalecer la gestión financiera y de proyectos, así como de explorar el uso de inteligencia artificial.
- Diversidad, equidad e inclusión: muchos think tanks adoptan políticas formales en temas de género, pero con baja implementación y escasa atención a otras dimensiones de inequidad (geográfica, socioeconómica, discapacidad).
Con esta introducción, el reporte global ofrece un punto de partida para reflexionar sobre cómo estas tendencias se manifiestan en contextos nacionales específicos. En el caso de Perú, la discusión permitió observar tanto coincidencias como particularidades.
Tras la presentación del informe, representantes de instituciones peruanas (centros universitarios, organizaciones de investigación independientes, consultoras privadas, agencias de cooperación y unidades estatales) compartieron sus experiencias. La conversación, desarrollada bajo reglas de confidencialidad (Chatham House Rule), evidenció las tensiones entre sostenibilidad financiera, polarización política, alineación temática y adopción tecnológica.
Diversidad institucional y trayectorias diferenciadas
El ecosistema peruano de think tanks se caracteriza por su heterogeneidad. Conviven centros universitarios con agendas académicas, instituciones históricas con incidencia pública, organizaciones centradas en comunicación de evidencia , consultoras sociales, unidades estatales, además de actores de cooperación internacional. Esta pluralidad amplía el campo de acción, pero también fragmenta el sector.
Cada tipo de institución enfrenta estrategias distintas de financiamiento e incidencia. Por ejemplo:
- Las universidades dependen de su base académica, aunque complementan con proyectos externos.
- Los think tanks históricos buscan equilibrar su producción rigurosa con presencia en el debate público (encuestas, publicaciones).
- Las consultoras adoptan lógicas de mercado, vendiendo servicios de investigación aplicados.
- Las unidades estatales intentan generar evidencia “desde adentro”, con pequeños equipos in-house.
Esta diversidad ofrece resiliencia al ecosistema, pero también acentúa la desigualdad entre quienes cuentan con respaldo estable y quienes dependen de proyectos ocasionales.
Financiamiento: entre la dependencia y la diversificación
El financiamiento fue el eje central de la discusión. Los recortes de USAID se percibieron como un golpe duro, especialmente en áreas de gobernanza, género y derechos humanos. Ejemplos concretos mostraron cómo proyectos en curso fueron cancelados, obligando a reducir consultores y replantear estrategias. Sin embargo, varios actores subrayaron la importancia de no depender en exceso de este tipo de oportunidades volátiles.
Aparecen distintas respuestas:
- Fondos institucionales: Redes resaltó el valor de su endowment, que garantiza cierta autonomía y estabilidad en costos fijos.
- Diversificación de fuentes: Equilibrio enfatizó que no ser 100 % dependientes de cooperación los protegió del impacto más fuerte.
- Fondos de fortalecimiento: tanto CAPPES como el IEP han recibido financiamiento no temático (Ford Foundation, fundaciones internacionales) que fortalece capacidades institucionales en vez de proyectos específicos.
Un rasgo distintivo del caso peruano es el rol creciente del financiamiento privado doméstico. La reciente experiencia del Instituto Bicentenario fue ilustrativa: apoyó proyectos mediáticos y descentralizados (ej. el programa radial de Redes con voceros regionales). En el Perú, el financiamiento privado parece bastante interesado en evidencias inmediatas de impacto en regiones, lo que refleja tanto un interés cívico como un cálculo político electoral.
El sector privado emerge también como una fuente de ingresos vía consultoría—sobre todo ante la caída en oportunidades con el Estado.
Polarización, legitimidad y autocensura
La polarización política y mediática afecta de manera distinta a cada organización.
El IEP, por ejemplo, encontró en las encuestas de opinión un espacio legítimo y menos vulnerable a disputas ideológicas, consolidándose como referente en datos confiables. Ha permitido que se mantenga relevante y central en discusiones públicas aun cuando la demanda por opiniones técnicas decreció.
En otros casos la polarización a llevado a rechazar financiamiento que pueda comprometer la imparcialidad académica, incluso si ello implica perder oportunidades.
Otros actores reconocieron prácticas de autocensura táctica: elegir cuidadosamente en qué batallas intervenir. Esto se traduce en evitar pronunciamientos en disputas menores, pero participar activamente en debates regulatorios clave (como normas sobre becas o reformas universitarias). Esta estrategia busca proteger la neutralidad y al mismo tiempo mantener capacidad de incidencia.
Caso: El lenguaje estratégico de los think tanks en contextos polarizados
En el Perú, el debate público sobre educación y género se ha convertido en un terreno altamente polarizado. El uso explícito de ciertos términos puede ubicar automáticamente a una organización en un campo político, lo que condiciona su capacidad de incidir, conseguir financiamiento y ser escuchada.
En el área de educación superior, varios actores explicaron que evitan usar la palabra “reforma”. Tras la primera reforma universitaria, los opositores instalaron la narrativa de “anti-reforma”, creando un campo binario: “pro-reforma” o “anti-reforma”.
- Si un centro usaba la palabra “reforma”, quedaba automáticamente alineado a un bando.
- La estrategia fue no usar el término, sino explicar los efectos concretos de cada medida (ej. acceso de estudiantes, calidad de becas), desplazando la conversación del terreno ideológico al técnico.
- Resultado: mantienen credibilidad frente a actores enfrentados y pueden incidir sin ser etiquetados.
Algo similar ocurre con el término “género”. En este caso se evita poner “género” como eje explícito en las publicaciones o los argumentos.
- Cada vez que los think tanks publican algo bajo esa etiqueta, reciben “hate” en redes sociales, sobre todo desde regiones.
- En su lugar, insertan los datos relacionados (ej. las mujeres trabajan X horas más que los hombres) dentro de otros contenidos, sin presentarlo como “enfoque de género”.
- Resultado: la evidencia llega igual, pero disminuye la reacción virulenta contra la institución.
Estos casos muestran que los think tanks enfrentan una tensión constante entre:
- Mantener precisión conceptual (usar términos reconocidos en la literatura internacional: reforma, género, equidad).
- Sostener capacidad de incidencia (adaptar el lenguaje al contexto político y mediático para evitar bloqueos inmediatos).
La solución no es censurarse intelectualmente, sino aplicar una estrategia comunicacional adaptativa: traducir conceptos técnicos a narrativas más amplias, evitando etiquetas que disparen polarización pero preservando el contenido sustantivo.
El manejo del lenguaje se ha convertido en una herramienta política clave para los think tanks en Perú. No se trata de una cuestión secundaria de estilo, sino de una estrategia de supervivencia y relevancia en un contexto en el que las palabras, más que las ideas, definen la recepción pública.
Más estrategias y tácticas para think tanks en contextos autoritarios y polarizados.
Impacto y conexión con las prioridades ciudadanas
Un consenso emergente entre los participantes fue que el impacto de los think tanks en Perú es limitado. Aunque la encuesta global muestra altos niveles de auto-percepción de influencia, en el caso peruano la desconexión entre agenda de investigación y preocupaciones ciudadanas es evidente. Mientras los centros siguen priorizando economía y política social, la ciudadanía exige respuestas urgentes en seguridad y crimen.
Este desajuste plantea dos desafíos:
- Alineación temática: ¿cómo reorientar agendas para responder a la demanda social sin perder rigor y autonomía?
- Financiamiento disponible: los recursos para estudiar seguridad son escasos, a diferencia de los fondos para economía o género.
El debate mostró que los think tanks son conscientes del problema y están trabajando para resolverlo.
El Estado: colaboración y precariedad
Las intervenciones de unidades estatales mostraron otra faceta: la creación de pequeños laboratorios internos de investigación. Estos equipos han innovado con metodologías para transformar evidencia en compromisos de política (ej. matrices de recomendaciones aplicadas a programas específicos), y han recurrido a tesistas universitarios para producir investigación costo-efectiva. Además, se muestras abiertos a colaborar con otros think tanks para aprovechar los datos que pueden generar desde el Estado.
No obstante, enfrentan problemas estructurales:
- Financiamiento inestable y sujeto a cambios políticos.
- Alta rotación de autoridades.
- Limitaciones normativas (ej. ausencia de un marco regulatorio para IA o apertura de datos).
Aun así, estas experiencias revelan un potencial poco explorado: el Estado como productor de evidencia en colaboración con universidades y centros externos.
Inteligencia artificial: entre entusiasmo y cautela
La discusión sobre inteligencia artificial (IA) reflejó la ambivalencia del sector. Por un lado, existe entusiasmo: varios centros ya la usan para automatizar tareas (clasificación de normas, web scraping, generación de presentaciones). Por otro, persisten grandes dudas éticas y regulatorias—preguntas que los think tanks pueden atacar ellos mismos:
- ¿Cómo garantizar la protección de datos sensibles en estudios cualitativos?
- ¿Qué implicaciones tiene para la formación de nuevas generaciones de investigadores, si las tareas de entrada son automatizadas?
- ¿Cómo evitar que la brecha tecnológica amplíe las desigualdades entre organizaciones y regiones?
Algunas iniciativas avanzan en entrenar modelos en repositorios internos, como hace Save the Children a nivel global, o en explorar IA aplicada al desarrollo de propuestas de financiamiento. Sin embargo, la percepción general es que la región aún se encuentra en una fase exploratoria, con un uso más instrumental que estratégico.
Conclusiones: convergencias y desafíos
La conversación peruana confirma y matiza los hallazgos globales del State of the Sector Report.
El ecosistema peruano refleja tanto las oportunidades como las vulnerabilidades del sector global. Su futuro dependerá de su capacidad para diversificar financiamiento, responder a demandas sociales urgentes, gestionar los riesgos de la polarización y aprovechar (con criterio ético) las oportunidades de la inteligencia artificial.
English version below
The State of Think Tanks in Peru: Global Report and Local Conversation
The State of the Sector Report 2025 presents a complex overview of the global think tank ecosystem. Based on 333 responses from more than 100 countries, the report acknowledges its limitations—it does not claim to be representative of every country or region—but it does provide sufficiently consistent trends to stimulate local debate.
Download the On Think Tanks State of the Sector Report 2025
Key findings include:
- Divergent growth expectations: While pessimism predominates in Latin America (many think tanks do not expect growth, and some even anticipate cuts), regions such as Sub-Saharan Africa and authoritarian countries report positive expectations. The explanation appears to lie in political narratives: in certain authoritarian contexts, evidence is invoked as a source of legitimacy, which in turn encourages both public and private funding.
- Impact of polarisation: Across all continents, political and media polarisation has complicated the work of think tanks, especially in Latin America, where its effects are perceived as particularly negative. However, in contexts where the public highly values evidence, polarisation has a lesser impact on operational capacity.
- Differentiated political impact: think tanks report higher levels of influence in electoral democracies or electoral autocracies—where there is some degree of institutional continuity—than in liberal democracies or closed regimes.
- Thematic misalignments: in Latin America, citizens express greater concern about crime and insecurity, whilst think tanks remain focused on economics and traditional social policy. This gap reflects a misalignment with public demand.
- Financial fragility: in low- and middle-income regions, think tanks depend almost exclusively on project-based funding, with little core or programme funding. Latin America is in an intermediate position, albeit with significant national differences (Brazil, Chile and Mexico are able to secure more domestic resources).
- Working conditions and inequalities: entry-level salaries are broadly similar worldwide, whilst pay for senior researchers and directors varies significantly depending on the size of the organisation and the context. This creates difficulties in retaining talent in countries where international agencies pay more than think tanks.
- New capacities in demand: alongside political communication (which is increasingly sophisticated compared to traditional communication), there is a growing need to strengthen financial and project management, as well as to explore the use of artificial intelligence.
- Diversity, equity and inclusion: many think tanks adopt formal gender policies, but implementation is weak and little attention is paid to other dimensions of inequality (geographical, socio-economic, and disability).
With this overview, the global report provides a starting point for reflecting on how these trends manifest in specific national contexts. In Peru, the discussion highlighted both parallels and distinctive features.
Institutional diversity and differentiated trajectories
The Peruvian think tank ecosystem is marked by its heterogeneity. University-based centres with academic agendas coexist with long-established institutions that have public influence, organisations focused on communicating evidence, social research consultancies, state units, and actors involved in international cooperation. This plurality broadens the field of action but also fragments the sector.
Each type of institution faces different strategies for funding and influence. For instance:
- Universities rely on their academic base, though they supplement it with external projects.
- Long-established think tanks seek to balance rigorous production with public presence (surveys, publications).
- Consultancies adopt market logics, selling applied research services.
- State units attempt to generate evidence “from within”, with small in-house teams.
This diversity lends resilience to the ecosystem, but also accentuates inequality between those with stable backing and those dependent on occasional projects.
Funding: Between dependency and diversification
Funding was at the heart of the discussion. Cuts from USAID were perceived as a heavy blow, particularly in the areas of governance, gender and human rights. Concrete examples showed how ongoing projects were cancelled, obliging staff reductions and strategic rethinking. Yet several actors stressed the importance of not over-relying on such volatile opportunities.
Different responses emerged:
- Institutional funds: Redes emphasised the value of its endowment, which guarantees a measure of autonomy and stability for fixed costs.
- Diversification of sources: Equilibrium stressed that not being entirely dependent on international cooperation had shielded them from the harshest impacts.
- Capacity-building funds: both CAPPES and IEP received non-thematic funding (from the Ford Foundation and other international donors) that strengthens institutional capacity rather than financing individual projects.
A distinctive feature of the Peruvian case is the growing role of domestic private funding. The recent experience of the Instituto Bicentenario was illustrative: it supported media and decentralised projects (for example, Redes’ daily radio programme with regional spokespeople). In Peru, private funders appear particularly interested in evidence with immediate impact in the regions, reflecting both civic concerns and electoral calculations.
The private sector is also emerging as a revenue source via consultancy, particularly as opportunities with the state diminish.
Polarisation, legitimacy and self-censorship
Political and media polarisation affects each organisation differently.
- The IEP, for example, has found a legitimate, less vulnerable space in public opinion surveys, consolidating itself as a trusted source of data. This has allowed it to remain relevant and central in public debate, even as demand for technical opinion has waned.
- In other cases, polarisation has led organisations to reject funding that might compromise academic impartiality, even if that meant losing opportunities.
- Some actors admitted to tactical self-censorship: carefully choosing which battles to fight. This translated into avoiding statements on minor disputes, whilst actively engaging in key regulatory debates (for instance, on scholarships or university reform). This strategy aims to protect neutrality whilst maintaining the ability to exert influence.
Case: Strategic language in polarised contexts
In Peru, public debate on education and gender has become highly polarised. The explicit use of certain terms can automatically place an organisation in a political camp, shaping its ability to influence, secure funding, and be heard.
- Education reform: Following the first university reform, opponents established the “anti-reform” narrative, creating a binary: “pro-reform” or “anti-reform”. If a centre used the word “reform”, it was immediately aligned with one side. The strategy was to avoid the term and instead explain the concrete effects of each measure (for example, student access, scholarship quality), shifting the conversation from the ideological to the technical.
- Gender: A similar situation arises with the word “gender”. Publishing under that label triggers hostility on social media, particularly from the regions. Instead, organisations insert related data (for example, women work X more hours per week than men) into broader content, without presenting it explicitly as a “gender approach”.
These cases demonstrate the constant tension think tanks face between:
- Maintaining conceptual precision (using internationally recognised terms such as reform, gender, equity).
- Sustaining capacity to influence (adapting language to political and media contexts to avoid immediate rejection).
The solution is not intellectual self-censorship, but rather an adaptive communication strategy: translating technical concepts into broader narratives, avoiding labels that trigger polarisation whilst preserving substantive content.
Managing language has thus become a key political tool for think tanks in Peru. It is not a secondary matter of style, but a strategy of survival and relevance in a context where words, more than ideas, define public reception.
More strategies and tactics for think tanks in increasingly authoritarian and polarising contexts.
Impact and connection with public priorities
A consensus among participants was that the impact of Peruvian think tanks remains limited. Although the global survey shows high levels of self-perceived influence, in Peru, there is a clear disconnect between research agendas and public concerns. While centres continue to prioritise economics and social policy, citizens are demanding urgent responses on security and crime.
This misalignment poses two challenges:
- Thematic alignment: how to reorient agendas to respond to social demand without losing rigour and autonomy.
- Funding availability: resources for studying security are scarce, unlike those for economics or gender.
The debate showed that think tanks are aware of the issue and are working to address it.
The State: Collaboration and precariousness
Contributions from state units revealed another facet: the creation of small internal research laboratories. These teams have innovated with methodologies to translate evidence into policy commitments (for example, recommendation matrices applied to specific programmes), and have engaged university students to produce cost-effective research. They also demonstrated openness to collaborating with external think tanks to utilise the data generated within the state.
Yet they face structural problems:
- Unstable funding subject to political shifts.
- High turnover of authorities.
- Regulatory limitations (for example, absence of frameworks on AI or open data).
Even so, these experiences highlight an underexplored potential: the state as a producer of evidence in collaboration with universities and external centres.
Artificial intelligence: Between enthusiasm and caution
The discussion on artificial intelligence (AI) reflected the sector’s ambivalence. On the one hand, there is enthusiasm: several centres are already using it to automate tasks (for instance, classifying regulations, web scraping, producing presentations). On the other hand, serious ethical and regulatory doubts persist—questions that think tanks themselves could explore:
- How can the protection of sensitive data in qualitative studies be ensured?
- What are the implications for training new generations of researchers if entry-level tasks are automated?
- How can the technological divide be prevented from deepening inequalities between organisations and regions?
Some initiatives are moving forward: Save the Children, for example, is training models on internal repositories globally, whilst others are experimenting with AI applied to proposal development. Yet the prevailing view is that the region remains at an exploratory stage, using AI more instrumentally than strategically.
Conclusions: Convergences and challenges
The Peruvian discussion both confirms and nuances the global findings of the State of the Sector Report.
The Peruvian ecosystem reflects both the opportunities and the vulnerabilities of the global sector. Its future will depend on its ability to diversify funding, respond to urgent social demands, manage the risks of polarisation, and harness the opportunities of artificial intelligence in an ethical manner.